Idealizar a otros

Es un mecanismo de defensa derivado de trauma infantil.

Viene de la tendencia a ver a otros como buenos o malos, o blanco o negro, sin términos medios. Esto se conoce en psicología como splitting: Dividir.
Las personas “buenas” mantienen nuestro status quo de seguridad, mientras que las personas “malas” se consideran personas que volverán a activar nuestra experiencia temprana de abandono y negligencia emocional (son disparadores emocionales).
Esto que durante la infancia es normal, puede persistir en la edad adulta, operando como un mecanismo de defensa psicológica inconsciente e impidiéndonos tener una visión más realista, considerada y compleja de los demás, verlos por lo que son en realidad, una combinación de características positivas y negativas, y no solo unas u otras.
Cuando idealizamos a otra persona la vemos a través de nuestras lentes distorsionadas para que nos parezcan perfectos en todos los sentidos, “ideales”, como quisimos que fueran nuestros padres antes de experimentar nuestra primera y más grande decepción: Reconocer que no lo eran.
Como obviamente es imposible que alguien sea perfecto, inevitablemente, antes o después, quedará tristemente por debajo de nuestros estándares estratosféricos, demasiado exigentes, implacables e imposibles, dejándonos un sentimiento de decepción, desilusión y traición.
Nuestra imagen idealizada de la persona es, esencialmente, una fantasía que hemos creado, que existe solo en nuestras mentes. Estamos “enamorados” de nuestro proceso imaginativo y de sus resultados.
Por esto es más fácil admirar la idea de alguien, en lugar de admirar a la persona real que tienes delante de ti.
Y esto se aplica a uno mismo y es el principio del Amor propio.
La realidad es que no somos solo luz o sólo sombra. Somos todo entre medias de ese espectro. Infinitamente más.
En el momento en el que ponemos a alguien en un pedestal, ya lo estamos bajando. Lo único que estamos viendo en él/ella es lo que queremos ver, lo que quisimos ver en mamá y papá.
Seguimos buscando a la mamá y papá-Dios-perfecto que nos dará esa seguridad que nos faltó. No aceptamos que eran humanos. No aceptamos nuestra humanidad y luego, cuando revelen su imperfección innata natural, tú serás el primero en recibir el golpe.
Se de lo que hablo, porque estuve buscando eso en todas las figuras de autoridad a las que un día cedí mi poder. Maestros…terapeutas, personas a las que admiraba. No les admitía ni una falla, y soy experta en detectarlas. Hasta que un día me di cuenta del dolor tan grande en mi corazón por no haber tenido el padre que necesité, el cabreo inconmensurable por no encontrarlo en ellos y por no permitirme su imperfección. Ni siquiera la mía. Qué grande fue aquel momento de satori. Destrocé una habitación entera ante los ojos compasivos y amorosos de mi terapeuta y le habría matado a él también si no hubiera sido capaz de sostener aquello. Fue grandioso. Dejé de luchar. Me rendí.
Y aquí está la cosa:
Te voy a decepcionar.
No soy la madre consciente y amorosa que necesitaste y no tuviste.
Ni estoy aquí para arreglarte ni para darte seguridad.
Ni llegaré en mi caballo blanco para liberarte de tu cárcel.
No soy una diosa.
Suelo ser muy molesta y perturbadora.
A veces muy cortante y directa.
Fría y desagradable.
No me voy a comportar como esperas, porque es lo que tú esperas.
Y voy a decir muchas cosas que te van a dar en el centro de la diana.
En algún momento me matarás simbólicamente y puede que ya ni resuenes con lo que comparto, pero siempre puedes ir a buscar otro papá o mamá simbólicos.
Bienvenid@ a mi humanidad.
Que estés bien,
Lorena

Déjame un comentario

Lo más leído

Comienza aquí tu viaje sagrado

SUSCRÍBETE A LA NEWSLETTER PARA RECIBIR LOS ÚLTIMOS ARTÍCULOS DEL BLOG Y MÁS