Dinamitar para rehabilitar

Según la astrología somos instantes de cielo caminando por la tierra. Energías astrales.

El poder de los eclipses surge en la medida en que nos conectemos con esa energía. Cuando nos resistimos a esa energía, nos toca a la puerta proponiéndonos una escena con la que hacernos despertar.

Cuando sucede un eclipse, lo que se eclipsa es el ego, la conciencia y surge lo que está por debajo, en un nivel más profundo. Es un lugar mágico donde las limitaciones se desvelan y se muestran.

No es que se desvelan ese mismo día. Llevamos días sintiendo la energía del eclipse.

Llevo semanas observando aspectos de mi patrón de miedo a mi poder y sus disfraces, como os vengo contando. Disfrazado de conformarme, pasar desapercibida, silenciarme, no mostrarme demasiado poderosa, demasiado demandante, demasiado inteligente, demasiado demasiado.

Miedo a mi poder, sus consecuencias y la responsabilidad que conlleva.

Me doy cuenta de estar pelando una capa gorda de un patrón cuando veo con claridad prístina partes de sus dinámicas y puedo identificar situaciones y escenas con absoluta certeza. Pero lo que he vivido hoy me hubiera encantando contárselo a Jung por whatsapp. Durante mucho tiempo me conformé en espacios “pequeños”, en puestos “pequeños”, rodeada de personas “pequeñas”, haciendo cosas “pequeñas”, relacionándome con hombres “pequeños”.

Así me mantenía cómoda en mi frustración e incomodidad. Como el cuento del águila que creció entre gallinas y pensaba que era también una gallina. Boicoteándome permanentemente y enfermando mi cuerpo. No me daba cuenta de cómo todo esto me servía de paraguas.

No era tampoco casual que todas esas personas eran incapaces de verme y reconocerme, pero estaban hambrientas de mí y de lo que yo tenía para dar. No me siento reconocida. No me siento vista. Mi trabajo no es reconocido. Ese hombre es incapaz de verme. Para compensarlo, me esforzaba y me daba y me entregaba y me regalaba (¿Os suena esto?).

Dar demasiado y sentirme luego saqueada y adicta al drama posterior y al sentimiento de pérdida, indignación y carencia ( os suena?).

Como entrar a robar en un Templo y no dejar ni el diezmo.

Todas tenemos impregnado el arquetipo de la Madre, forma parte del subconsciente colectivo. Acostumbradas a dar sin recibir. Pero la Gran Diosa se enfurece cuando saquean sus templos.

Muchas estamos en esto porque subestimamos lo que somos. Y más en lo que a relaciones se refiere. Subestimamos quienes somos. Muchas sentimos que si expresamos lo que queremos, si pedimos lo que merecemos, no lo obtendremos.

Honestamente, si pides lo que mereces y no te lo dan, esa persona no es la adecuada para dártelo.

Muchas veces me pregunté qué pasaba que no era vista ni reconocida, y lo cierto es que nosotras mismas nos dejamos para el final.

Yo no me estaba viendo, ni tenía la más mínima intención de querer hacerlo. Yo misma me estaba dejando para el final. Ocupándome de otros para disuadirme de ocuparme de mi misma. Me estaba sentando en la última fila porque la realidad es que no quería que me sacaran a la pizarra y hacerlo de puta madre. Si lo hacía, la niña tenía que morir a todas las creencias de desvalorización, de insuficiencia, de creer que no era lo sobradamente inteligente, brillante, acojonantemente luminosa. Dios! Porque…¿¿y si lo era???? Todas esas personas “pequeñas”, cómodas con mi pequeñez, dejarían de “quererme” (¿quererme?). O se sentirían incómodas y me abandonarían.

Recuerdo que con 14 años, no me invitaron a una fiesta por que me consideraban demasiado guapa. Luego dejaron de llamarme para otras cosas porque era demasiado interesante. Si, ahora me río. En ese momento lloré lágrimas como ríos.

Muchas veces necesitamos que nos roben, por vendernos demasiado barato, para poder ponernos un precio más alto.

Aunque muchos ni siquiera son capaces de ponerse un precio caro, porque sienten que no lo merecen. Yo me sentí siempre muy disuadida de expresar mi propio brillo y potencia Solar.

Esta es una larga, muy larga historia hecha corta.

Esta mañana cuando me desperté, subí la persiana para abrir la ventana y se me cayó la barra de las cortinas en la cabeza. Literal.Se soltó un taco.

¿Hay algo más simbólico? Se cayó un velo, un telón.

Venía en el coche pensando en todo esto y en escribir este post.

Quería cambiarme de carril pero justo en paralelo tenía una furgoneta con un rótulo que decía “Tránsitos”. No, no creo que sea un acontecimiento fortuito. Yo no creo en los hechos fortuitos. La Vida es muy sabia, no hace las cosas “porque sí”.Nunca lo es. Nada lo es.

La conciencia Solar tiene que ver con el padre. Y mi herida con esto proviene del día 1 de mi existencia.

Hoy, me llegó de EEUU un libro que encargué hace un mes. Un libro de Marion Woodman, psicoanalista junguiana y terapeuta de mujeres, titulado “Leaving my father’s house”(“Abandonando la casa de mi padre”). No. Esto tampoco me parece un acontecimiento fortuito.

Nos hablan tan claro y de tantas maneras, que si no nos enteramos es porque no queremos.

Hoy me ha parecido un día tan mágico, sincrónico, revelador, que en momentos he sentido tanta emoción como miedo.

El miedo de reconocer mi Poder.

Feliz Eclipse.

Lorena

Déjame un comentario

Un comentario

  1. Claramente no existe las coincidencias, siempre llego a tu pagina de una o otra manera, y me llegan lso mesajes como agua fria pero no importa, porque esto lo quiero. muchas gracias

Lo más leído

Comienza aquí tu viaje sagrado

SUSCRÍBETE A LA NEWSLETTER PARA RECIBIR LOS ÚLTIMOS ARTÍCULOS DEL BLOG Y MÁS